Nace en 1920 en el estado de Baja Sajonia,
Alemania, cerca de la frontera Checa.
Su vida fue marcada por el régimen nazi, las
presiones antisemitas llevarán a la ruina y posterior suicidio en 1936 de su
padre, propietario de una pequeña hilatura. Tras este trágico suceso se divide
la familia. El hermano mayor abandonará Alemania un año después, el mismo
camino adoptará Hans Coper.
Se va a Inglaterra, allí las autoridades inglesas
lo confinan como exiliado de un país enemigo, posteriormente lo envían a
Canadá. Lugar en donde, Hans Coper, gracias a su amistad con un pintor de
origen alemán -que lo inicia en el arte moderno- cree encontrar su
vocación: la escultura.
Regresa a Inglaterra, en 1946 se presenta a un
pequeño taller dirigido por Lucie Rie, donde solicitaban mano de obra para elaborar
botones en cerámica. Aprenderá a tornear. Demostrara sus aptitudes hacia el
trabajo con el barro.
Por las mañanas está dedicado a la confección de
botones, a las tardes al torneado de piezas personales y por las noches al
dibujo.
Expondrá por primera vez sus obras en 1950 en una
colectiva, a la que seguirán otras muchas así como reconocimientos profesionales
en premios y certámenes.
Desde 1959 trabaja solo en un pequeño taller.
Entre 1961 y 1975 tendrá a su cargo cursos de
cerámica en diversas escuelas de arte, donde se revelará como un magistral
pedagogo e imprimirá como formula un precepto sencillo: prioriza el porqué
sobre el cómo.
En 1975 le diagnostican la enfermedad de “Charcot ”
la evolución de esta patología desemboca en una parálisis de las manos y de la
lengua que le impide la realización de todo tipo de trabajos y la comunicación
verbal.
Pasará los dos últimos años de su vida
voluntariamente recluido dedicando su tiempo a la meditación. Fallecería en
junio de 1981.
La cerámica de Coper se destaca por ser de perfiles
limpios, las superficies de sus obras se reconocen por sus colores mates,
llenos de matices, donde los cremas, negros y blancos contienen una gran
precisión e intensidad.
En la evolución de su trabajo, se aprecia el
abandono progresivo de la decoración y el aumento de interés por el estudio de
las pastas, engobes y pocos esmaltes. Hacia técnicas cada vez más sencillas.
La fuerza de las piezas de Coper proviene de un contraste
armónico de sutiles combinaciones de texturas de marrones, beige, blancos y
negros.
Descubre que con materiales cerámicos puede dar
solución a los problemas plásticos que más inquietud le habían causado en su
acercamiento a la escultura. Encuentra en la cerámica un carácter propio y no
un sustituto de la escultura. Le fascina de los materiales cerámicos su
durabilidad y la relación que a través de los tiempos ha unido al hombre con su
entorno.
Los últimos años de su vida activa los dedicó
especialmente a la realización de piezas en las que se encontraban muy
integradas las relaciones entre la forma, el color y textura.
Nombre de la obra: Pot de Hans Coper
Medida: 143 x 240 mm
Técnica: gres con esmalte blanco mate, interior con
esmalte negro
Año: 1975
Descripción (incluyendo
técnica): un cacharro, por debajo
una forma cilíndrica corta sosteniendo una forma más grande ovoide con una
marca de línea vertical en el centro, logrando alivianar el peso de esta por
sobre la forma corta de abajo.
Por fuera de textura
rugosa blanco mate, y por dentro lisa de esmalte negro, logrando un contraste
armonioso entre la textura, el color, y la forma.